Todo empezó con la película “El perro mongol” (AKA “La cueva del perro amarillo”). Y claro, me enamoré. Es algo así como fotografía en movimiento con música (documental, para los amigos), pero qué fotografía y qué música, a cargo del compositor Dagvan Ganpurev.
De la misma directora - Byambasuren Davaa - y el mismo compositor, “Los dos caballos de Genghis Khan” es otra obra de arte del cine mongol (también coproducción alemana) que me hizo evadirme por completo de esta sociedad occidentalizada y alejada de la naturaleza para vivir por unas horas en la estepa, con sus cantos, sus trajes, sus quesos y, por supuesto, sus caballos.
Y tirando del hilo fui a dar con la Tumen Ekh National Song and Dance Ensemble y con su canción “Eej, erkhiin chinee khuu”, quizá mi favorita de aquellos lares. Nunca seré capaz de cantar así, ni tocaré un “violín de cabeza de caballo” (aunque los he visto en persona y son mu’ chulos), pero cada vez que alguien menciona a ese animal me vienen a la cabeza los sonidos, los colores y hasta el viento de las praderas infinitas de Mongolia.
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